jueves, 15 de noviembre de 2007

CON TRANSANTIAGO SE SACA LA VUELTA

Paola Fuentes es validadora de Transatiago, tiene 38 años, y trabaja hace cinco meses en dos puntos de validación. Primero, en la mañana, entre las 6:30 a.m. y las 8:45 a.m. se dedica a validar en el paradero del BUS EXPRES, destino estación Santa Ana, en las afueras de la Estación del Metro "Plaza Puente Alto", de la Línea 4. Luego, en la tarde, entre las 18:00 p.m. y las 22:00 p.m., valida en el paradero del BUS EXPRES, destino Plaza Puente Alto, en las afueras de la Estación del Metro Santa Ana de la Línea 2.

"HAY DEMASIADOS MONITORES Y NO TODOS TRABAJAN"

miércoles, 14 de noviembre de 2007

ACÁ SE REGALAN SUELDOS

Son las 6:00 de la tarde en la esquina de Santa Rosa con Avenida Libertador Bernardo O’Higgins, en Santiago Centro, y el sector enrejado de los validadores ya comienza a llenarse de pasajeros que hacen fila para subirse a las micros.


Los ocho monitores, que aquí trabajan, distribuyen, como pueden, su metro cuadrado, validadores, puertas de micros y pasajeros. Al lado del paradero es posible divisar una cámara de video profesional; se trata de dos estudiantes de comunicación audiovisual (Universidad Santo Tomás) que logran captar unas imágenes antes de que un inspector se acerque a ellas para intercambiar un huraño diálogo, en particular, con quien tenía la cámara en mano. “No pueden grabar acá”, “Acompañe a las señoritas a la salida”, le dice el dogmático inspector a una de las monitoras, quien obedece ipso facto, y las estudiantes, que intentan defenderse inútilmente, deben salir resignadas. El ambiente ya era hostil.

Jeni, de 21 años, desde el 17 de octubre boletea y es una de las tantas monitoras de Transantiago. Mientras conversa con un inspector muestra sus ojos café vidriosos y lleva en el brazo, doblada, la casaca amarilla que la identifica como monitora.“Tuve problemas porque uno de mis compañeros dejó pasar a un usuario sin pagar”, declara, y sale del paradero para irse al siguiente e intentar continuar con su trabajo. Sólo es posible no perderla de vista gracias a su calipso pantalón que, entre el tumulto de gente y opacidad del paisaje, marca la diferencia. Jeni dice que lo más común de ver es gente adulta con pases escolares de educación básica.


“Hombres mayores que tienen la bip de repuesto y te dicen: ‘bah, me equivoqué’ y sacan la que corresponde”, revela la voz de Jeni. Pero cuando el reloj marca las 9:30 de la noche, los ocho monitores, unos más que otros, comienzan a guardar los validadores y prepararse para la salida. Pese a los conflictos, a la variante relación y diferencias con sus compañeros, Jeni complementa: “Yo estoy súper bien acá, la paga es buena” -aproximadamente $102.000 mensual por cuatro horas y media diarias-, “No me quejo, aunque debiese ser más plata”. “Y mañana (14 de noviembre) me harán el contrato formal. Lo malo es que hay ocho monitores en este sector y tres hacen su pega. No se justifican tantos en un solo paradero”.


Jeni es tajante en exponer que tiene compañeros que hacen amague de hacer su trabajo, pero que, en realidad, simplemente se paran toda la tarde al lado del validador sin mayor preocupación por corroborar que todo funcione bien y se limitan a conversar a mandíbula batiente tanto como se habla del mismísimo sistema de transporte Transantiago. (¿Le suena?)


Para estos monitores, la eterna puesta en marcha de Transantiago, tras una y otra promesa fallida durante su operación, significa una oportunidad para seguir empleados y alargar sus contratos. Asimismo, es palmario que la mala fiscalización, principal deficiencia de su implementación, es un factor común en todas las áreas de TS. Y que el principal problema es que no se cumplen los roles asignados, que se invierten cantidades de dinero en vano y que acá se regalan sueldos a quienes se aprovechan del formidable error para sacar agradables dividendos gratuitamente.

jueves, 8 de noviembre de 2007